Guadalupe Loaeza
9 Dic. 08
Grupo Reforma
Era prácticamente imposible entrar. El salón más grande de la FIL, el "Enrique González Martínez", estaba lleno a reventar. Según los organizadores había más de mil 200 personas, la mayoría eran jóvenes, estudiantes de periodismo. No era para menos, las participantes de la mesa "Transformando la Sociedad a través del periodismo" eran nada menos que Carmen Aristegui, Lydia Cacho y Sanjuana Martínez, el moderador sería Rogelio Campos, columnista de Mural. En el momento en que entró este trío de periodistas súper aguerrido, todos comenzaron a gritar entre aplausos y ovaciones: ¡¡¡No están solas!!! La primera que tomó la palabra fue la autora de Prueba de fe. La red de cardenales y obispos en la pederastia clerical (Editorial Planeta). Empezó hablando de la autorregulación de los periodistas en los medios. Todos la escuchábamos con atención. "Existe un código no escrito para que los medios no hablen de otros medios, especialmente cuando se trata de los abusos laborales contra los periodistas. Cuando la empresa que censura es Televisa, es fácil indignarse y que el periodista reciba todos los apoyos de sus colegas, pero... ¿qué pasa cuando eres censurada por una revista de izquierda como Proceso?". En esos momentos mis ojos se abrieron por la perplejidad de las palabras de mi colega. Pensé que había escuchado mal, a tal punto que le pregunté a Enrique, mi marido, si en efecto Sanjuana había mencionado la revista tan prestigiada, me dijo que sí. Después traté de recordar este hecho de censura. En efecto, de repente me acordé que hacía dos años y medio entrevisté a Sanjuana para el Canal 40 en cuyo programa me había platicado que el director del semanario la había despedido, pero escuchemos lo que nos decía la reportera: "Mientras yo cubría la información del Vaticano sobre Juan Pablo II y la persecución contra los teólogos de la liberación no hubo problema, pero cuando empecé a escribir de la jerarquía católica mexicana llegó la censura en torno a mis trabajos de investigación sobre pederastia clerical que involucraba al cardenal Norberto Rivera. Me llamaba la atención que mi material se quedara en el cajón de la mesa de redacción. Primero una semana, después, dos, tres; luego un mes, hasta ¡cuatro! Cuando fui a México, porque en ese entonces yo vivía en Estados Unidos y le pregunté a Salvador Corro, jefe de información, qué pasaba, me dijo: 'No se publica tu reportaje porque parece que traemos una campaña contra la Iglesia'". El público escuchaba a Sanjuana totalmente atónito. Por mi parte, no daba crédito que la revista supuestamente más emblemática en lo que se refiere a la libertad de expresión cometiera esos actos de censura. Se hubiera dicho que Sanjuana se estaba refiriendo a otro medio, pero no a mi revista, semanario que leo religiosamente, semana tras semana, desde hace más de 30 años. Me dije que esa denuncia hubiera resultado perfecta para dicha publicación, pero que evidentemente no la podían cubrir puesto que iría contra ellos mismos, lo cual sería absurdo. Pero lo peor vino después, cuando Sanjuana explicó lo siguiente: "No hay duda que con el tiempo me fui convirtiendo en un elemento incómodo, porque no aceptaba la censura como respuesta. Me despidieron hace dos años y medio sin pagarme la liquidación que marca la ley federal del trabajo. ¿Qué hace una periodista frente al abuso de una revista tan poderosa como Proceso si ningún medio o periodista se atreve a cuestionar este abuso y otros más que ha cometido contra sus trabajadores?". No acababa de terminar de hablar Sanjuana, cuando ya todo el mundo la estaba ovacionando. Hay que decir que entre el público se encontraba un grupo de braseros reivindicando la devolución de sus ahorros que el Estado mexicano no les ha devuelto desde hace más de 40 años. En el ambiente se respiraba un aire de indignación, pero también de espíritu contestatario.
"Ésta es la primera vez que Sanjuana, una de las mejores reporteras mexicanas que tenemos en nuestro país, hace públicamente la denuncia de lo que le pasó en Proceso", dijo Carmen Aristegui. "Para mí es difícil abordarlo, porque es como si tuviera dos amores, pero hay que hablar sobre este tema especialmente porque entre el público se encuentra Vicente Leñero, el vicepresidente del Consejo de Proceso". Se escuchan aplausos, y Carmen continúa: "Mentarle la madre a Televisa es fácil, pero mentársela a Proceso no es fácil, por su historia, sus nombres como don Julio Scherer, y su contribución al periodismo libre y crítico. Pero esto que le hicieron a Sanjuana, Proceso tiene que responder por qué la corrieron y por qué no le dieron lo que le corresponde". Se escuchan aplausos y más aplausos. Por mi parte, yo agradecía, mentalmente, a Raúl Padilla por la creación de la FIL, la catedral de la cultura y el ámbito donde los jóvenes mexicanos pueden escuchar mesas de debate como la que sostenían estas tres maravillosas periodistas. ¡Cómo las admiré al verlas tan comprometidas, tan brillantes, tan congruentes, tan vitales y tan valientes! Me dije que ahora podía dormir tranquila. "Allí están. Si me pasara algo, sé que puedo contar con ellas, con cada una de las tres. Sé que ellas me van a salvar y van a denunciar mi caso". Así me decía, con una sonrisa en los labios, mientras las veía a lo lejos y corroboraba, cuánto las quería y las admiraba su público agradecido por su honestidad y congruencia a estas tres mujeres que habían padecido la censura en diferentes circunstancias.
La que también estuvo estupenda fue Lydia Cacho. Al verla tan sonriente, recordé lo que la revista El País había escrito acerca de ella en el reportaje de la lista de los 100 hombres y mujeres iberoamericanos del 2008, en el cual dicen que su sonrisa es "un cabo de auxilio, porque es clara y honesta". Ella habló sobre la misoginia, debilidad que conoce como la palma de su mano. Dijo: "¿Qué pasa si un director de un medio llama para manipular el proceso contra ese medio iniciado contra una periodista injustamente despedida?" Si Lydia Cacho se preguntó lo anterior es porque sabe que Sanjuana lleva dos años y medio luchando en la Junta de Conciliación y Arbitraje del DF sin haber tenido la primera audiencia. "No somos víctimas profesionales, estamos aquí para hacer nuestro trabajo. Pero si alguien decide despedir a una periodista por su trabajo hay que pagarle su liquidación".
En suma, el caso de Sanjuana es una forma de exhibir cómo el abuso contra una periodista se convierte en un atentado a la libertad de expresión.
Correo electrónico: gloaeza@yahoo.com
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