Correo del corazón para Margo Glantz
Elena Poniatowska
D
e niña, Margo Glantz le sacó brillo a su corazón y lo dejó bien boleado. No sé si el corazón crece, pero supongo que sí, porque es un músculo, y los músculos van estirándose a medida que pasa el tiempo. El de Margo es una bomba que lleva 80 años y le ha permitido escribir sobre el corazón de Sor Juana, que se le deshizo entre las manos, y el de La Malinche, que a pesar de estar entre los vencidos es fundadora y piedra de toque y árbol de la vida.
Si el corazón es el órgano de la pasión, Margo lo ha volcado en sus libros desde Las mil y una caloríashasta Saña, desde sus cátedras en las universidades de América y de Europa, de Asia y de África, hasta sus vacaciones en Mérida, al lado de hijas, nietos y calandrias. Su corazón viajero es un órgano enérgico, atrabancado, seguro de sí mismo y la hace pisar fuerte en sus zapatos de diseñador y declarar que está fascinada consigo misma, cosa que ojalá todas pudiéramos decir. Margo nos enseña a traspasarnos, a reírnos, a aguzar los sentidos, a decir la verdad sobre nuestros pechos, nuestros cabellos, nuestros labios, nuestro sexo, pero sobre todo a liberarnos de Cristo sacramentado y del lecho de abrojos para amarnos en una cama florida o en una embarcación con las velas tendidas y no en una que hace agua.
Margo conoce todos los lugares del corazón y coloca el suyo donde quiere. Sor Juana Inés de la Cruz lo recoge, La Malinche abre sus manos de mensajera y aplaude y todos los pintores estudiados por Margo, todos los músicos, todos los pianos y las violas da gamba, todos los escritores consagrados que ella pondera, los de La Onda también, sus miles de alumnos y antologados, se quitan los zapatos y entran descalzos a esa alta mezquita que es Margo, frente a quien ahora los 24 que somos tocamos el piso con la frente.
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