A Ciro Gómez Leyva no le basta tratar de anular a la gente que por ética, dignidad profesional y sobre todo: T a l e n t o, siente que le hacen sombra, para escalar peldañitos en su cuestionable carrera periodística. Basta leer lo relacionado a Galo Gómez Ogalde - tratado por el Jaime Avilés -, para ver el rictus de la mediocridad de este sujeto despreciable.
Pareciera que el trato con Carlos Ahumada, a quién tilda de preso político, ha marcado de manera corrosiva a este paladín de la comunicación.
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