El texto de este miércoles de Héctor Aguilar Camín me puso a pensar en el espectáculo que anoche presencié en un restaurante de la Ciudad de México.
"Me ha regocijado el cartón dominguero de Calderón, verdadero ensayo gráfico, dedicado a esa especialidad de la opinión pública mexicana que es la rumia/queja/ablución por la pobreza del país".
Por el tono con el que empieza su columna, queda claro que a Aguilar Camín los pobres le dan hueva.
Tanto el monero Calderón como Aguilar Camín piensan que la única fórmula para acabar con la pobreza es la creación de riqueza. Eso sería cierto -no lo es, tristemente- si la riqueza se repartiera (ya por la mano invisible de Adam Smith, ya por el Estado) con una mínima dosis de justicia.
Yo no tenía modo de saber que Aguilar Camín iba a dedicar su espacio en Milenio a defender a los ricos cuando, anoche, llegué a un restaurante ubicado en Lomas de Chapultepec. Es un establecimiento al que acuden personas de clase alta de la Ciudad de México. Detrás de mí entró una señora elegante, de unos 35 años de edad, acompañada de su hija adolescente. Escuché lo que decían: "¡Padrísimo el viaje, mamá, padrísimo! ¿Y el tuyo?". "¡Padrísimo también!, no me había divertido tanto desde que me separé de tu papá. Da gusto conocer lugares en lo que todo funciona, no como en México. Tengo planes para irme de este mugroso país, ya no lo aguanto".
Así hablaban, lo juro.
La jovencita, después de haber tomado un curso en Suiza, había visitado algunas naciones del centro de Europa con un grupo de amigas. La madre, recién divorciada y con ganas de olvidar al marido, había viajado a Asia en busca de "aventuras excitantes"; cuando dijo eso se carcajeó y le aclaró a su hija: "Pero no es lo que tú piensas, todavía no estoy preparada". La niña se carcajeó todavía más.
Cuento esto para destacar el hecho de que en México no existe un déficit de ricos. Hay bastantes, en todos lados. Nuestra nación no ha fallado en la generación de riqueza. Si esta fuera la solución al problema de la pobreza, como dicen Aguilar Camín y Calderón, no tendría que haber pobres en México. Pero los hay, y son muchos.
La mujer y su hija que he mencionado se sentaron a una mesa contigua a la que me habían asignado.
Un rato después entró al comedor una familia numerosa. Sus integrantes saludaron a la señora y a su heredera. "¿Ya regresaron de vacaciones? ¿Qué fuiste a Asia? ¡Nosotros también! ¡Padrísimo todo! Hasta en Asia, que estaba tan atrasada, hay ahora orden y desarrollo, no como en México. Vimos a tantos mexicanos, bastantes conocidos por allá; el mundo es tan chiquito. Pero ni te imaginas, ¡padrísimo!".
La señora y la adolescente que estaban en aquella mesa deben ser muy populares porque, unos minutos después, apareció otra familia que de inmediato se dirigió a saludarlas. "Supe que fuiste a Asia. ¡Padrísimo! Y qué padre que tú te fuiste sola a Europa, ya creciste. Nosotros vamos a ir a Europa en septiembre, cuando baje el calor. No nos apuramos porque como allá tenemos casa, pues ni planes hacemos, nos vamos y ya cuando andamos de humor. Ahora pasamos nada más 15 días en Perú. ¡Padrísimo país! Hay limpieza en Lima, no como aquí en el De Efe, que es un cochinero. Nomás votamos y nos fuimos. Íbamos con mal sabor de boca por el circo de Iztapalapa. Ebrard sigue de gato de Obrador. Pero allá, en las ruinas, nos relajamos. Los viajes culturales son lo máximo".
Las aventuras de esas personas me entretuvieron mientras esperaba a un amigo que se tardó en aparecer. La fuerte lluvia le complicó el trayecto. En cuanto llegó quiso disculparse, pero no se lo permití. Me he pasado un rato realmente ameno escuchando lo bien que se la pasan en sus viajes aquellas personas y aquellas y aquellas. Mi acompañante, un empresario al que le ha ido bien, me dijo: "Es padre divertirse, si tienes dinero para hacerlo. Porque si no tienes, no vales nada. Yo pienso que la actividad más relajante que puede realizar el ser humano es la de comprar, gastar, consumir. El problema es que bien poquitos tenemos dinero para derrocharlo. O a lo mejor no somos tan pocos... somos muchos los que podemos gastar a manos llenas. Pero son muchos más los que no pueden hacerlo. Y esto es lo jodido de nuestra sociedad".
Aguilar Camín terminó su columna con esta reflexión: "Hace muchos años, luego de discutir con la reportera de un diario de izquierdas, concluyó, horrorizada: ‘¿Entonces lo que tú quieres es un país de consumistas?'. Un país de consumistas con expertos en cómo gastar frívolamente podría ser mejor que un país de pobres con expertos en cómo salvar a los pobres".
Creo que Aguilar Camín no se ha dado cuenta de que México es, desde hace tiempo, "un país de consumistas con expertos en cómo gastar frívolamente". En las temporadas vacacionales, como la actual, a pesar de la recesión mundial miles de mexicanos muy ricos abarrotan los centros turísticos más exclusivos del mundo y gastan en forma excesiva. Estamos, hasta da pena decirlo, entre los turistas más gastadores, quizá solo superados por los estadounidenses y los rusos.
Ya existe el México consumista y frívolo al que aspiran Aguilar Camín, el monero Calderón y economistas como Michael Novak (citado por Aguilar Camín y al que conocí hace años en un seminario organizado por empresarios ultraconservadores de Monterrey).
Conste, ni critico la frivolidad ni el consumismo ni me parece un pecado la riqueza. Solo estoy diciendo que no funciona la receta -repetida hoy por Aguilar Camín y creada, hasta donde sé, por brillantes economistas austriacos como Ludwig von Mises y Friedrich Hayek- de que con la sola creación de riqueza se va a acabar con la pobreza.
Estoy de acuerdo con Aguilar Camín y con el monero Calderón cuando afirman que la pobreza mexicana ha generado toda una industria, la de salvar a los pobres, que ha enriquecido a numerosos políticos. Pero considero de mal gusto que ellos, a estas alturas de la crisis económica -con el desempleo afectando a cada vez más personas- salgan a defender la riqueza con el argumento de que en México no hay suficientes ricos y que por eso las cosas van mal para todos.
No jodan. Mexicanos inmensamente ricos sobran. Los conocemos, aparecen en portadas de revistas, gastan como locos. Y se quejan, sobre todo se quejan. Desprecian al país que los ha enriquecido porque allá, en el primer mundo, "todo funciona". No se dan cuenta de que allá las cosas tal vez funcionen porque hay muchos menos ricos por habitante que en México, y muchos menos pobres también.
Cuando viajo, dentro o fuera de México, me gusta preguntar el sueldo a las recamareras y al director del hotel. Muchas veces me dan la información. En México es normal que el director gane por lo menos 30 veces más que la recamarera. En Europa es normal que el director del hotel gane cuando mucho cuatro veces más que la recamarera.
Aguilar Camín conoce a los directivos de no pocos diarios en Europa. Que pregunte cuántas veces más dinero gana un directivo de El País, de España, comparado con lo que recibe un hombre que haga el aseo. Cinco, seis veces más si se trata de un directivo súper pagado. Y que pregunte cuánto gana él mismo, solo como columnista de Milenio (Aguilar Camín tiene otras chambas) comparado con el salario de una persona de limpieza. Como más o menos conozco los datos, le voy a dar la respuesta: él gana 40 veces más (unos 120 mil pesos al mes) que la señora que recoge la basura en ese diario (unos 3 mil pesos mensuales).
No critico lo que gana Aguilar Camín, ojalá gane el doble o el triple. Le informo, por si le interesa, que el monero Calderón está todavía mucho mejor pagado en Reforma que él en Milenio, con la lamentable circunstancia de que los barrenderos de Reforma están igual de mal pagados que los del otro rotativo.
En fin, el problema es tan complejo que resulta ofensivo que todo un columnista de prestigio ande quejándose porque, qué hueva, sobra gente en México interesada (para bien o para mal) en el tema de la pobreza, que crece y crece todos los días.
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